Es un término que está de moda lo de hablar de conseguir sacar la mejor versión de uno mismo. Reconozcamos que suena muy bien, tanto que todos nos apuntaríamos a ello sin pestañear. La verdad es que como adultos comprendemos que podemos mejorar en muchas cosas y que de eso se trata y hasta aquí ningún problema. La cosa cambia cuando hablamos de la mejor versión de un hijo adolescente. Como padres queremos lo mejor para ellos y evidentemente eso es muy lógico y loable. El problema llega cuando lo que nosotros, los padres, creemos que es lo mejor para ellos, no coincide con lo mejor de sus hijos.
Casos como el de una estudiante de bachiller que cursa la especialidad científica con mucha dificultad y resulta ser una estupenda dibujante y amante de la fotografía. Ella se deja llevar por lo que sus padres le aconsejan y está convencida que su familia nunca la apoyaría en algo así, es decir, en algo que según ellos no le permitiría ganarse un futuro. Son demasiadas las veces en que el entorno vence e influye notablemente en las decisiones que un hijo toma. Casos de chicos que acaban la Educación Secundaria después de haber necesitado innumerables refuerzos en las asignaturas troncales durante los cuatro años, y que se ven ante un Bachiller que se les hace totalmente cuesta arriba. Se supone que hay que seguir esforzándose más para llegar a la universidad y seguir 2 años, quizá tres o cuatro, quien sabe, porque ese es el fin, o simplemente porque es así y siempre ha sido así.
Abramos nuestros los ojos y nuestra mente y observemos qué está sucediendo a nuestro alrededor. Vivimos en un mundo volátil, incierto, cambiante y ambiguo, un entorno VUCA. Nuestros hijos entran en una era nueva. Aquí y ahora los expertos nos dicen que ya no se trata de subirse a la ola sino de ser la ola. Es nuestra obligación como padres conocer bien a nuestros hijos. Es necesario enfocar en sus fortalezas y en lo que se les da bien. En lo que les haga destacar y ser buenos disfrutando en sus trabajos y en sus vidas. Ayudémosles a ser personas satisfechas y realizadas que saben cuáles son y tienen bien localizadas sus debilidades. Que invierten lo necesario para mejorarlas pero que se centran con toda su pasión en sus fortalezas que realmente les proporcionarán la motivación necesaria para seguir adelante en un mundo complicado pero que da oportunidades a todos los valientes que creen en ellos y trabajan y se esfuerzan por estar ahí.
Por qué ser nosotros la resistencia al cambio si nuestros hijos pueden liderar el cambio, ser la ola y, sobre todo, ser ellos mismos en su máximo potencial. Ayudémosles a conocerse y valorarse, a creer en ellos y experimentar sus primeros fracasos como aprendizajes para ser aún mejores. En definitiva, disfrutemos con ellos, acompañándoles durante el enriquecedor proceso de crecimiento personal que nos ofrecerá su mejor versión y quizá también la nuestra.
(Artículo publicado en la Revista ENKI, nº 38)