Mi pasión por el cine me lleva muchas veces a disfrutar de muy buenos momentos con grandes interpretaciones y también de maravillosos aprendizajes.

Uno de ellos ocurrió este pasado fin de semana. Me enfrasqué en el último estreno de Johnny Depp, un actor que nunca deja de sorprenderme, interpretando el papel principal en Richard dice adiós.

La trama gira en torno a la terrible noticia que recibe Richard, un profesor universitario de literatura inglesa acomodado en su rutinario trabajo. Le comunican que le quedan pocos meses de vida, quizá 6 sin medicación. Pasado el shock, Richard dará un giro radical a la forma de afrontar el tiempo que le queda. Entre otras cosas, se dará el lujo de disfrutar de sus alumnos, pero no de todos; solo de los que él ha invitado de forma ingeniosa a quedarse en clase porque realmente desean estar ahí. Son jóvenes a los que les inquieta lo que puede llegar a suceder junto al nuevo Richard e intuyen que algo especial van a aprender.

Es en un fragmento de la película cuando Richard se dirige muy sinceramente a sus alumnos y les inspira con un emotivo y sentido discurso. Les dice que no se limiten a transitar en algo tan raro que llaman vida, y que no lo hagan sin vivir. Les insta a que vivan, que no existan solamente ya que eso es aburrido de morir – él en verdad usa un calificativo mucho más contundente -. Que experimenten y que fracasen, incluso a lo grande. Que se trata de enriquecer sus vidas buscando algo de sabiduría que puedan utilizar en el futuro, y no ser solo la carga de papá y mamá. Acaba diciéndoles que en cada momento conformamos la historia de nuestra vida y que no se les olvide.

Y nosotros, ¿somos padres que vivimos o realmente solo existimos? Pensémoslo muy bien. ¿Conectamos con nosotros mismos siendo conscientes de que somos todo en uno? ¿Nos cuidamos o simplemente pensamos que lo haremos? ¿Comemos sano, sabiendo qué necesita nuestro cuerpo y qué le daña? ¿Dormimos descansando las horas necesarias?  ¿Nos movemos en función de nuestra edad y lesiones acumuladas? Y finalmente, ¿paramos un poco cada día para estar con nosotros mismos?

Lo que va a pasar es que viviendo de verdad seremos los mejores espejos para nuestros hijos. Creedme cuando os digo que serán ellos mismos los que conecten instantáneamente con nosotros al vernos tan vivos, tan presentes y tan auténticamente existentes. La familia se verá enriquecida y muchos de nuestros actuales problemas comenzarán a disminuir hasta desaparecer.

No pensemos en que hemos de vivir, hagámoslo.

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