Con la finalidad de obtener mi valoración, una madre me envió una prueba de inteligencia que le habían realizado a su hijo de 13 años en un gabinete de psicología. El resultado de la misma no había cubierto para nada sus expectativas, quedando tanto ella como su marido muy decepcionados por el bajo resultado obtenido. Dos de las escalas exploradas fueron las verdaderas culpables. Sin embargo, fue tal su frustración, que olvidaron el motivo real por el que se le había pasado la prueba a su hijo, cosa que les tuve que recordar además de hacer hincapié en que el resultado final figuraba como no concluyente y no válido. Pero daba igual … aquello no debía de haber ocurrido.
La verdad es que a menudo me encuentro con algún padre o madre, incluso ambos, que siempre buscan algo en sus hijos que les confirme lo que ellos esperan y desean, y cuando eso no ocurre, siguen y siguen buscando. Entonces el tiempo pasa, y ese adolescente se desarrolla sin un tratamiento o acompañamiento adecuado, por lo que se acaba augurando un desafortunado final.
Mi experiencia me dice que los padres que dejan que suceda son los valientes que brindan a sus hijos una nueva oportunidad para que crezcan y se desarrollen desde su verdadera realidad. Son conscientes de que solo impulsando sus talentos y conociendo y aceptando sus debilidades, sus hijos podrán pisar fuerte desde un hogar seguro. Estos padres también aceptan desde la humildad lo que significa saber que no lo sabemos todo y que, aunque siempre ha sido así, ahora ya no lo es.
Toda mi admiración y mi gratitud hacia ellos por dar sentido a mi trabajo, y sobre todo por permitir a sus hijos ser, crecer y vivir auténticamente.