El otro día acudí a una conferencia y se me quedó grabada una frase que el ponente repitió varias veces con mucha contundencia y seguridad. Nos dijo que un líder no brilla, que un líder ilumina, que esa era su función. Y al poco rato me dio que pensar. Se me quedó grabada la frase y por deformación profesional inmediatamente mi mente trasladó su significado al contexto educativo, concretamente al familiar.

Cuando un padre o una madre dice que su familia es la mejor empresa que ha construido, en la que invierte la mayor parte de su tiempo y de la que se siente orgulloso; inmediatamente pienso en un líder. Me imagino a un padre seguro de sí mismo, que dentro de su razonable imperfección se esfuerza cada día por ser un “buen padre”, por mejorar y dar ejemplo a sus hijos. Se mantiene comprometido con sus decisiones y es coherente con sus actos. Verdaderamente inspira con su ejemplo y por ello su hijo adolescente acaba aceptando su autoridad. Se la ha ganado.

Ese padre o esa madre se cuidan tanto física como mentalmente. Saben que ellos son los pilares de la empresa. Saben parar cuando algo está a punto de escaparse de su mano. Retroceden de vez en cuando en el tiempo para no olvidar que ellos también fueron adolescentes, y recuerdan cómo eran antes de montar su empresa-familia y cómo luchaban ellos para conquistar cada día más terreno a la libertad. Y por supuesto, también recuerdan el momento en que tuvieron que dejar atrás su cómoda infancia para empezar a ser responsables y consecuentes con sus actos.

Qué rápido se lee todo esto y qué cuesta arriba se nos hace ¿verdad? No pasa nada, ya que nunca es tarde si nos ponemos en marcha para cambiar las cosas. Quizás no nos hemos dado cuenta de lo ricos que somos en información y sin embargo lo pobres que somos en tiempo. La clave es el tiempo.

La solución está en separar lo urgente y de lo importante. Debemos planificar mejor nuestro tiempo. Para hacerlo necesitamos parar, mirar atrás y observar qué hacemos con nuestros hijos, pero sobre todo cómo lo hacemos. Saber que podemos mejorar el contenido y la forma lo es todo. Luego deberemos equilibrar la información y aplicarle sentido común a la educación. Y hemos de aceptar que no somos perfectos, somos seres humanos y no máquinas. Nos equivocamos, paramos y volvemos a empezar. Nos dedicamos, aprendemos y avanzamos.

El experto en Branding, Andy Stalmann, dice que una marca que llega a la mente del consumidor consigue un comportamiento, pero una marca que le llega al corazón consigue un compromiso. Pues bien, si vuestra marca, que es vuestra manera de educar y ser con vuestros hijos, contiene vuestros valores y es auténtica, os hará sentiros fieles a vosotros mismos y a vuestras convicciones, os hará pisar fuerte y por ello acabará siendo fuente de inspiración y sentimiento. Tened por seguro que creará ese compromiso, habrá llegado al corazón de vuestros hijos y será una marca para la vida.

La mejor muestra de ese compromiso se verá cuando vuestros hijos creen su propia empresa-familia, seguro que con la innovación que requieran los nuevos tiempos, pero tan sólida como la primera marca que supieron transmitir sus padres en esa primera empresa que fue su familia y que supieron iluminar como los mejores líderes.

(Artículo publicado en ENKI Mallorca, Nº28 Año 2018)

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