¿Verdad que suena muy bien? ¿Qué padre no desea que su hijo o hija pase de la más tierna infancia a la revolucionaria y explosiva adolescencia a través de un proceso de maduración cognitiva y emocional en equilibrio para que después, de forma libre y segura, escoja unos estudios profesionales o universitarios que le llevarán a realizarse como una persona completa y feliz? Estoy hablando de un futuro adulto en paz consigo mismo, nada más y nada menos…

Sin embrago deberíamos ser conscientes de que el impacto del abandono y fracaso escolar a edades cada vez más tempranas es algo que está afectando gravemente al progreso de nuestra sociedad y a la estabilidad de núcleo familiar. Tanto padres como profesores se ven superados por los constantes cambios del sistema educativo de nuestro país como resultado de las diversas leyes impulsadas por nuestros cambiantes gobiernos. Ambos carecen de recursos específicos, conocimientos y sobretodo de tiempo para atacar el problema que se va agravando progresivamente y que está afectando fundamentalmente a una adolescencia que se deja arrastrar y que cada vez está más perdida en la ignorancia, la apatía y la carencia de valores .

Las responsabilidades laborales y del hogar obligan a los padres a buscar todo tipo de ayudas sin finalmente obtener los resultados deseados: terapeutas, profesores particulares, clases de idiomas… De ahí que los profesionales de la educación nos hayamos de plantear un sistema de trabajo cuya solidez no deje suelto ningún cabo y que complemente a la perfección esas carencias del sistema educativo que no hacen más que frustrar toda posible expectativa de éxito académico.

Uno no puede quedarse impasible ante esta abrumadora situación y de ahí la importancia de reinventarse y prepararse profesionalmente para cubrir directamente esa necesidad que ha surgido tanto en el contexto escolar como en el familiar. Se trata de asumir la responsabilidad de implementar un Plan Personal de Mejora Académica adaptado a las necesidades cognitivas y emocionales del adolescente, profundizando en su persona, aceptando sus aptitudes y áreas de mejora y potenciando al máximo sus capacidades y competencias para conseguir direccionar todo su talento . De esta manera, el adolescente obtendrá una sensación de control sobre lo que le ocurre en relación con sus estudios que le proporcionará confianza en sí mismo y con sus expectativas de cara al futuro. Su éxito requerirá esfuerzo pero será capaz de encontrar la motivación y el compromiso gracias a un proceso gradual de sensación del propio valor y de elevación de la autoestima .

No nos olvidemos del profesor-tutor como un factor muy importante en todo este proceso, con el que hay que trabajar de forma no intrusiva pero si colaboradora. De ahí la prioridad de establecer una mediación profesional entre el centro educativo y la familia para conseguir acuerdos satisfactorios que repercutirán directamente en el desarrollo integral del adolescente , logrando proporcionar la tranquilidad necesaria a ambos agentes al saberse controlado el principal canal de diálogo y transmisión de información respecto del principal e indiscutible protagonista: el adolescente .

Y volviendo al título de este artículo ¿Cuál es finalmente esa misión ? Pues tan sencillo como conseguir sacar del adolescente la mejor versión de sí mismo marcando como principales objetivos su mejora académica y su crecimiento personal .

El verdadero reto está en conseguir que nuestros jóvenes brillen por lo que son y por lo que valen y que sean un orgullo para sí mismos, para sus padres y para nuestra sociedad.

(Artículo publicado en Revista ENKI, nº 22, Año 2016)