Poco queda por decir cuando nos disponemos a hablar sobre el uso responsable del móvil al pensar en nuestros hijos. Sin embargo, siendo una verdadera preocupación para nosotros, seguimos sin obtener una respuesta social mayoritaria, y sobre todo equilibrada, en favor de poner en práctica esa necesaria responsabilidad. Evidentemente, no porque no creamos en la imperante necesidad de hacerlo, sino por el enorme gasto de energía que supone ese esfuerzo diario de ir contra corriente.

Son dos los agentes sociales más afectados por este asunto, los padres como primeros responsables, y el colectivo del profesorado realmente preocupado y que depende de la normativa impulsada al respecto en el propio centro educativo.

Me llamó mucho la atención recibir un e-mail muy directo de un joven y preocupado profesor de primer curso de la ESO, que había participado en una de mis charlas en centros escolares. Solicitaba mi opinión sobre cuál era la edad más o menos razonable para que un niño poseyera un móvil con acceso a Internet. Comentaba que prácticamente todos sus alumnos tenían uno y que muchos ya lo tenían dos años atrás. Le asustaba principalmente la inmadurez de sus alumnos para poder gestionar un dispositivo con esas características, y esperaba por mi parte la información adecuada para trasladar su mensaje a los padres.

Hace tres años podíamos leer en prensa que la policía aconsejaba a las familias que restringiesen el acceso al teléfono móvil hasta que sus hijos fuesen responsables, y que antes de los catorce años no deberían tener un smartphone. Informaban que hasta los dieciséis años estaba restringido el uso de WhatsApp, y que pocos padres lo sabían. Hoy por hoy, los expertos aconsejan no comprar nunca este tipo de móviles a menores de doce años y alertan de que dar un teléfono inteligente a un niño de diez años, es como ponerlo al volante de un coche a 200 kilómetros por hora.

Para los padres volver a pautar el inicio del uso del móvil es realmente difícil y complejo. Todos los educadores sabemos lo complicado que resulta trabajar para restaurar nuevos hábitos o eliminar los malos. Pese a ello, no hay duda de que hay que ponerse manos a la obra y cuanto antes empecemos mucho mejor.

La utilización del contrato para un uso responsable del móvil, en el que pautamos claramente las normas de utilización del dispositivo, es una herramienta muy útil desde el día en que llega ese poderoso instrumento a nuestras casas. Aplicando el sentido común, sabremos perfectamente qué reglas se van a tener que cumplir y las adaptaremos a la edad y madurez de nuestros hijos. Así nos será muy fácil determinar que el móvil no puede ser un compañero a la hora de estudiar ni a la hora de empezar a dormir. Aunque la negociación con los adolescentes será más complicada cuanto mayor sea la edad del mismo, lo que nunca deberemos olvidar es que nosotros somos los adultos y que al igual que para otras cosas, también hay límites para el móvil. De nosotros dependerá el seguimiento para el cumplimiento del mismo, que será más intenso al principio hasta que se consigamos el hábito de uso en nuestro hijo.

Comprometerse con algo supone esfuerzo y dedicación y más cuando el ambiente no acompaña. En estos momentos siempre recomiendo volver a nuestra adolescencia para recordar esos momentos en los que se nos prohibió algo que percibimos como una total injusticia. Y si hubieses podido negociar, ¿no hubiese sido mejor?

Artículo publicado en Revista ENKI MALLORCA ed. Nº32 Otoño-Invierno 2018-2019, 7º año.

 

 

Tagged with: , , , , , , , ,