Durante los meses de verano llegan a mí jóvenes atascados mental y emocionalmente, paralizados y sin capacidad para poder tomar una importante decisión que afectará a su futuro profesional o personal. Buscan el acompañamiento a la hora de tomar una decisión difícil que normalmente se traduce en elegir entre dos, tres o incluso alguna alternativa más. Ni tan siquiera ellos se han dado cuenta de que se trata de una decisión difícil y no fácil, precisamente porque en ambos casos las razones o motivos que los llevan hacia una u otra opción tienen igual peso; no hay una opción mejor que otra sino diferente. Por eso es difícil y por eso cuesta tanto elegir.

Sus padres normalmente y en primera instancia, no lo ven tan difícil. Inicialmente se suelen decantar por la opción más segura, que es la que proporciona menos incertidumbre y mantiene a la persona a la que quieren y protegen en una zona de confort. Su instinto de protección les obligará a que esa sea su primera reacción sin darse cuenta de que eso no ayuda nada a su hijo. Lo que al final ocurre y los jóvenes me cuentan con verdadera angustia, es que no se sienten verdaderamente apoyados sino más bien empujados hacia una de las opciones que os aseguro que suele ser de la que acaban alejándose. Lo hacen también de forma instintiva, debido a su necesidad como jóvenes que son, de ganar terreno a la libertad y no dejarse influenciar por quienes, sin dejar de ser unas personas muy valiosas y queridas, les siguen protegiendo en exceso y en cierto modo tratándoles como niños. Frases como “hazme caso que yo sé de lo que hablo y tú no” o “yo te conozco más que nadie y sé lo que realmente te conviene” os aseguro que no son las adecuadas por más sinceras y razonables que parezcan.

Entonces, tras tanto agobio, toca tranquilizar toda esta situación, darle aire y recolocar tranquilamente todas las piezas en su sitio. No se trata de tener razón sino de encontrar la respuesta final justo dentro de la persona que debe decidir por sí misma. Nuestros hijos y en general nuestros jóvenes, no acaban de darse cuenta de que ya tienen tomada una decisión y que la respuesta está en su interior. Se halla en sus propios valores, en esos en los que no se han parado a pensar y que son ciertamente los que les acercan o alejan de una u otra opción. Ojalá pudiésemos vernos en un futuro en el que nos encontramos en cada una de las situaciones a las que nos hubiese llevado cada decisión y saber a ciencia cierta cual era la buena, pero no es así ni lo será. Por eso, cuando me preguntan con cara asustada y al mismo tiempo esperanzada ¿crees que hago lo correcto y que me va a gustar lo que he elegido? Mi respuesta es que no puedo hablar de un futuro que aún está por llegar pero que una vez sopesadas y equilibradas todas las razones con sus necesidades vitales, toca crecer, ser valiente y decidir.

Tarde o temprano deberemos tomar las riendas de nuestra vida y ello significará tomar muchas decisiones difíciles. Lo realmente importante no será no equivocarnos, sino ponerle el compromiso necesario para ser respetados. Así obtendremos  la confianza de quienes queremos y nos importan, y cuyo amor incondicional les llevará, sin ninguna duda, a apoyar nuestra decisión final.

(Artículo publicado en revista ENKI, nº 31 Otoño 2018)

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